Doctor. ¿Por qué se hace tan difícil vivir en soledad?
Existe una soledad padecida y una soledad disfrutada. A partir de
esta distinción se abren dos preguntas fundamentales: ¿cuáles son las
condiciones internas que generan una u otra soledad? Y ¿qué necesitamos
aprender para poder pasar de la soledad padecida a la disfrutada? Para
responder estas preguntas es necesario primero reconocer que, en tanto ser
humano soy un individuo en relación con otros, y soy también en mí mismo, un
conjunto. Un conjunto de tendencias, impulsos, deseos, a veces armonizables,
muchas veces contradictorias. El hecho de poder registrar que soy un conjunto y
que albergo múltiples tendencias ya es un paso importante. Y más importante aún
es el paso siguiente: ¿cómo se llevan entre sí las partes de ese conjunto que
soy, especialmente cuando son contradictorias? En la práctica clínica se puede
ver que en mucha gente sus diferentes tendencias interiores están en combate
permanente entre sí. Se detestan, no se soportan.
¿Podría dar un ejemplo?
Pongamos uno bien sencillo: Una parte mía quiere ir a una reunión
y otra quiere quedarse. ¿Cómo resuelvo esa dualidad? Solemos creer que para
tomar una decisión, necesariamente una debe vencer a la otra. Entonces la que
quiere salir se impone, obliga a salir a la que quiere quedarse y voy a la
reunión. Si quien quería quedarse quedó derrotado, obligado a salir "sin
chistar", en nombre de un eventual buen propósito, por más que parezca
satisfactorio por que decidí algo, esta modalidad hace daño. Y lo hace porque
la parte mía derrotada se siente no escuchada y queda abatida y resentida.
Desde ese enojo se desquita saboteando a quien salió. Que a su vez
contragolpea…, y así siguen en una batalla sin fin. Todo esto lo percibimos
como tironeo interior, angustia y auto reproches: "Por tu culpa no puedo
hacer las cosas que necesito…, te odio, sos mi mayor enemigo, quiero que
desaparezcas", etc.
Si bien en el mundo externo, en situaciones en las que intervienen
jerarquías, como por ejemplo en la relación jefe empleado, es adecuado algunas
veces apelar a la orden para tomar una decisión, en el mundo emocional interior
no rige en absoluto la ley de la imposición. La ley que rige es la del acuerdo
entre pares. Cuando uno se apoya en la imposición de una parte sobre otra como
un camino habitual para tomar decisiones los resultados son catastróficos.
Para hacerlo más claro aún es como si en el plano físico el hígado quisiera
imponerse al estómago para que haga lo que él quiere y el estómago se rebelara
y entonces ambos vivieran en guerra entre sí, para ver quien gana.
¿Cómo se relaciona esto con el tema de la soledad?
Precisamente una de las consecuencias de esta modalidad es que la
soledad se torna muy difícil y dolorosa. Uno hace cualquier cosa con tal de no
estar solo porque estar solo es estar más en contacto con esa pelea interior en
la que cada socio no se siente ni acompañado ni comprendido por el otro. Y ese
aislamiento de cada socio interior es la base más profunda del sentimiento
personal de soledad angustiosa e insoportable. Es la soledad padecida.
Cuando esas dos partes se dan cuenta que son socios de verdad, que
las dos tienen el mismo derecho a existir, que entre ellas no cabe la
imposición, y que por lo tanto van a dialogar hasta que encuentren una acción
que las dos puedan suscribir, entonces se genera entre ellas la sensación de
equipo cooperativo y solidario. Cuando los socios que me constituyen alcanzan
ese estado, esa es la base más profunda del sentimiento de seguridad y
confianza en mí mismo. Entonces la soledad es vivida de un modo muy distinto:
no produce angustia y es más un sentimiento de intimidad que de aislamiento. Es
como el campamento de base en andinismo: un lugar al que se vuelve para refugiarse
de las tormentas, para reordenarse, recuperar fuerzas y así poder volver a
salir. Es la soledad disfrutada.
Lo maravilloso de esta modalidad es que cuando se han establecido
pautas interiores de colaboración se le hace a uno más fácil encontrar caminos
para hacer relaciones con otras personas, porque uno cuenta con el modelo
interno y espontáneamente tiende a reproducirlo afuera. Y si el otro -ya sea
mi pareja, mi socio o un amigo- no concuerda, o la relación no es
satisfactoria, no necesito someterme para continuarla a cualquier precio
porque tengo un lugar, que soy yo mismo, adonde volver.
Y ese es uno de los domicilios más preciados que podemos tener
aquí en la tierra.
¿Hay algo más que ayude a estar bien en soledad?
La otra base que ayuda a hacer habitable y grata la soledad es
poder darle un sentido a la propia vida. Darle un sentido quiere decir
inscribirla en algo más vasto, ya sea la idea de Dios, el Amor, algo que amo
más que a mi propia vida, una causa que apasiona y que continúa luego de que yo
muera, que puede ser tanto un trabajo comunitario o tareas de jardinería. Aquí
no importa tanto la magnitud de la tarea sino la actitud con la que se la
realiza. Todo esto es lo que habitualmente llamamos la dimensión trascendente
de la vida. Esa conexión da un sentido de pertenencia, de compañía, que
respalda y acompaña poderosamente en los momentos de soledad, más o menos
prolongados, que a uno le pueda tocar vivir.
Una vez le preguntaron al maestro Atahualpa Yupanqui qué pensaba
de las coplas anónimas, que pueblos enteros cantan sin saber el nombre del
autor. Y él respondió que la vida premia al verdadero artista con el anonimato
porque si bien nadie recordará su nombre, ninguna tumba encerrará su canto. A
mí me impactó mucho esa respuesta porque muestra el amor a la obra más allá del
propio nombre y apellido. Cuando uno ama la copla de ese modo, uno ES la copla
y se siente nombrado por quienes la cantan. Esa es la esencia del trascenderse
a sí mismo y sentirse parte de un movimiento más vasto que lo incluye y
traspasa. Cuando se alcanza esa vivencia la soledad personal ya no es algo que
nos haga sentir aislados o desamparados.
¿Qué le diría a alguien que cree que su soledad es merecida por
los errores que cometió en el pasado?
La soledad no es un castigo de la vida. Si estoy solo porque me
rechazan es porque no he aprendido a producir relaciones que sean
enriquecedoras o satisfactorias.Y eso no es exclusivamente
por errores del pasado sino por problemas que también experimento en el presente,
y que por lo tanto puedo y necesito resolver en el presente. Si cargo el tanque
de mi auto con querosene y deja de andar no es por un castigo sino que ese
hecho me confronta con la consecuencia de un error cometido. Y ese auto que se
detiene, además de traer el dolor de la frustración, me abre también la
posibilidad de un aprendizaje. La vida no castiga, me enfrenta con las
consecuencias de mis actos, que es en última instancia, la manera de aprender.
¿La compañía se busca o simplemente se encuentra?
No hay tal cosa como "o se busca o se encuentra" como
opciones absolutas. Lo más frecuente es que haya un poco de cada uno. Lo
importante aquí es aprender a buscar bien y alguien lo hace cuando procura
expandir y compartir lo que ya tiene en sí mismo. Es muy distinto cuando se
busca a alguien para que nos trate mejor de lo que nosotros mismos nos
tratamos; para que nos valore y nos haga sentir importantes y así compensar
nuestra propia desvalorización. En general esa expectativa no se cumple y lo
deja a uno peor. Es más adecuado que yo me disponga a resolver mi propia
desvalorización donde corresponde, es decir en mi mismo, y no que busque al
otro para que me salve de mi sensación de minusvalía.
Alguien por naturaleza antisociable, ¿está condenado a estar solo?
Los eventos sociales no son la única forma de relación. Hay
personas que prefieren y disfrutan más los marcos más intimistas donde hay
tiempo para una conversación sostenida. Y esto es tan legítimo como la
sociabilidad. Y no significa quedar solo. En la medida en que uno esté claro
con eso y lo haga saber, podrá encontrar personas a quienes les ocurre lo
mismo, y podrán crear el ámbito más afín con sus tendencias personales.
¿Qué le diría a una persona que quedó viuda después de un largo
matrimonio, y siente que su destino es envejecer sin compañía?
Le diría que revise esa idea que tiene del destino. No es un
homenaje a su cónyuge fallecido no vivir nunca más con nadie. La dirección
natural de la vida es que la capacidad que desarrolló con su esposo(a) la pueda
expresar en otras relaciones, a través del nuevo formato que puedan tener, en
función de las circunstancias. Lo esencial es que pueda mantener y enriquecer
sus posibilidades de intercambiar afecto, de ser ayudada y ayudar a vivir,
mientras viva.
¿Qué consejos le daría a los padres angustiados que padecen el
denominado “síndrome del nido vacío”, cuando los hijos se van a vivir solos y
la casa empieza a quedar grande?
Es una cuestión de grados, porque cada vez que una forma de
intercambiar afecto termina y cambia, hay un tiempo de adecuación. Cuando
dejamos la escuela primaria y pasamos a la secundaria, hay un tiempo en donde
uno siente cierta tristeza por la forma que terminó, y al empezar la secundaria
el proceso de crecimiento adopta otra forma. Con el o los hijos pasa lo mismo,
y no sólo ocurre cuando se va, sino cuando deja de estar en la panza y pasa a
ser un bebé, el primer día de clase, cuando por primera vez va a dormir a la
casa de un amiguito o se va solo de vacaciones. Es decir que hay una
serie de graduaciones, que van mostrando el cambio que se produce en la calidad
de esa relación. Eso requiere la capacidad de discriminar la esencia de la
forma, para no quedar identificado con la forma. Hay personas que, por ejemplo,
quedan tan identificados con la forma de tener un bebé en brazos, que cuando el
niño empieza a caminar les resulta un doloroso esfuerzo aceptar esa otra forma
en la cual son menos necesitadas por su hijo. De modo que en un vínculo es un
extraordinario ejercicio diferenciar la esencia afectiva de la forma que adopta
ese intercambio. Cuando puedo hacer eso, empiezo a ver que la forma es forma y
que está destinada a desaparecer, porque el ser temporaria es inherente a su
cualidad misma. Y la esencia afectiva continúa. Eso me permite dejar de creer
que la relación con mi hijo "era de verdad" cuando lo ayudaba a hacer
los deberes, o cuando él tenía su cuarto en mi casa.
¿Cuáles son sus recomendaciones para quienes están solos porque,
consciente o inconscientemente, sienten incapacidad para pedir ayuda, y se
aíslan por su omnipotencia?
-Cuando uno llegó a la conclusión, en la relación con los otros,
que "mejor no me comunico porque, en el fondo, van a ser más problemas que
soluciones", es porque tiene esa experiencia dentro suyo. Si él, en su
diálogo interno, produce más sufrimiento que soluciones, le va a quedar una
imagen de los diálogos como algo estéril y piensa que es mejor silenciarlos
porque lo que traen son discusiones y acusaciones inútiles. Es el tipo de
persona que luego necesita evadirse de sí, ya sea a través de la televisión, el
shoping, las múltiples ocupaciones, o lo que sea. Poder relacionarse bien sin
duda enriquece porque recibo lo que me falta y aporto lo que tengo pero eso
lamentablemente no siempre viene dado y es necesario aprenderlo. Y vale la pena
hacerlo porque permite reconectarse con la esencia misma de la vida. La vida es
interacción cooperativa, ya sea entre dos células o entre dos personas.
¿Es cierto que la compañía tiene un efecto curativo?
-Depende de cómo nos acompañen. Es bueno estar atentos para no
descalificar sutilmente a la soledad y creer: "si estoy acompañado, me
salvé y si estoy solo, soy un fracasado y me avergüenzo". Si alguien, por
ejemplo, recibe la visita de un familiar en el hospital, en una atmósfera de
reproches y malestar, lo más probable es que se quede peor que antes de la
visita. En cambio, si la persona que está sola está asumiendo ese momento y se
siente bien, la soledad puede ser también curativa. De modo que hay que tener
cuidado para no inclinar la balanza y atribuirle a la compañía todas las
virtudes, y a la soledad todos los defectos. Las dos experiencias son
igualmente necesarias, y hay que pasar por las dos. Porque si no sé estar solo,
voy a sobrecargar y abrumar a quien se relacione conmigo. Comunicarse es
enriquecedor pero si no he aprendido a observar al otro, y reconocer si está
cansado o se está durmiendo mientras le hablo, entonces, esas son más descargas
que comunicación. Cuando quiero contarle algo a alguien es bueno que pueda
preguntarle antes si está disponible para escuchar. Por todo esto es que estar
solo o acompañado no son dos opciones excluyentes. Es más bien: aprender a
estar solo para poder estar acompañado, y aprender a estar acompañado para
poder estar solo. Los dos son momentos igualmente necesarios.
Entrevista brindada a F. Cataldo para “Salud Alternativa”
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