Los posibles contenidos del estado rechazado son múltiples: Puede ser un aspecto infantil, celoso, resentido, dependiente, triste, etc. En suma, cualquier parte de uno mismo que uno rechace.
Lo mismo ocurre con los contenidos del estado deseado: Puede ser: seguro, decidido, claro, alegre, maduro, etc.
Al rechazador-deseador lo he denominado “cambiador” porque contiene ambas funciones: rechazar algo y desear cambiarlo. A los efectos prácticos los utilizaré indistintamente, como sinónimos.
La incógnita fundamental es conocer qué hace el cambiador para transformar al aspecto rechazado en el aspecto deseado.
En este caso: sacudirlo.
Esa es la actitud inadecuada que empeora al temeroso, que produce sufrimiento y que es necesario transformar.
Sacudirlo no es la única actitud inadecuada del cambiador. Existen algo más de diez actitudes generalizadas erróneas en la manera de intentar producir una transformación en lo rechazado, cada una con un sistema específico de interacciones.
Desde esta perspectiva la tarea consiste entonces en transformar al cambiador que daña y no transforma en un cambiador que transforma sin dañar.
El nuevo interrogante que surge ante esta propuesta es: ¿Cómo se lleva a cabo?
El modo más eficaz que he encontrado para transformar dichas actitudes inadecuadas del cambiador y que he explorado en los últimos 30 años, es a través de la consulta al aspecto rechazado acerca de qué trato necesitaría recibir del cambiador en lugar de ese que recibe, y una vez que lo descubrió, proponerle al consultante que se convierta en ese cambiador requerido que le brinda al aspecto rechazado lo que él dijo que necesita. Cuando eso ha ocurrido se promueve un diálogo entre ambos.
Cada persona necesita un tiempo distinto para lograrlo y la tarea recién culmina cuando la vivencia de la relación interior entre el asistente y el asistido se ha alcanzado.
Este proceso es sencillo de describir en palabras y parece que por tan obvio es irrelevante pero se requiere una cuidadosa y delicada artesanía técnica para facilitarle al consultante el ingresar y vivir cada uno de estos roles. Sólo cuando se encarna a cada uno de estos personajes y se vive en plenitud cada momento: ser el que siente el miedo, luego ser quien quiere sacudir, y así con el resto de los personajes, es que se puede acceder a la potencia plena de esta experiencia y su aprendizaje.
Las vicisitudes de este proceso las describo en detalle en El Asistente Interior. Aquí presento una versión muy resumida de su esquema básico para hacer inteligible la secuencia.
Otro componente significativo de esta tarea es que el aprendizaje que el rechazador realiza en su diálogo con lo rechazado (en este ejemplo una parte miedosa) trasciende a ese aspecto particular y se va extendiendo a otros aspectos propios que también pueda rechazar. Es decir, el rechazo asistencial se va convirtiendo en una matriz básica que impregna al resto de las relaciones interiores. En la medida que esa calidad de rechazo se consolida, se extiende también a las personas del mundo externo. De modo que si tengo conflictos con mis padres o mi pareja o mis hermanos, etc. no es imprescindible que entre en los detalles particulares de cada vínculo para resolver los conflictos que allí experimento. Los conflictos en esas relaciones se van resolviendo también en la medida en que la matriz básica rechazador-rechazado deja de ser destructiva y se convierte en asistencial.
Cuando esto ocurre, el sufrimiento auto creado disminuye hasta su cesación, tanto en la relación consigo mismo como con los demás.
Esta tarea puede realizarse sin conocer los datos históricos detallados del consultante: Cómo fue su relación con sus padres, cómo fue su infancia, la relación con sus hermanos, etc.
Todo el pasado está presente en la relación rechazador-rechazado interior tal como se presenta en el ahora y los componentes conflictivos del pasado se resuelven en el presente de esa relación.
Contexto histórico
Fritz Perls, creador de la Psicoterapia Gestáltica , ya había llamado la atención sobre la importancia de la autorregulación organísmica como factor substancial en la recuperación de la salud, concepto que fue compartido por todas las psicologías humanistas, al punto tal que esta noción se convirtió en uno de sus rasgos distintivos.
Lo que hace la Autoasistencia Psicológica es profundizar en este concepto, es decir, penetrar en la trama íntima de las relaciones entre los protagonistas de la autorregulación, identificar al autorrechazo como una fuerza fundamental de la misma y centrar su investigación en él, con todo el universo nuevo que se abre al ingresar en ese espacio.
Por todo lo expuesto queda claro que la Autoasistencia se inscribe dentro de las psicologías humanistas, y en la medida en que explora también la dimensión trascendente de la experiencia humana comparte las inquietudes específicas de la Psicología Transpersonal.
Autoasistencia y Nanopsicología
El término “nano” se utiliza como prefijo para nombrar el campo de una actividad cuando opera con tamaños inferiores a la millonésima parte de un milímetro, es decir en escala atómica. Con el progreso tecnológico han ido surgiendo las nanociencias, las nanocomputadoras, etc.
Es evidente que hay un claro avance hacia lo más pequeño y su presencia es cada vez mayor en la industria y en cibernética. La manifestación más conspicua de este movimiento en medicina es la exploración génica. ¿Y qué es un gen? El programa de instrucciones que regula el funcionamiento de cada órgano.
Es interesante observar que en un espacio muy pequeño se encuentra el conjunto de instrucciones que posibilita el funcionamiento de vastos sistemas.
Su valor clínico es enorme pues en una enfermedad podemos ingresar en el gen y, corrigiéndolo, lograremos reparar desde su raíz misma a la enfermedad en cuestión. Este es un salto formidable en el modo de actuar sobre aquello que se desea conocer y transformar.
En ese sentido la Autoasistencia Psicológica , que propone la exploración y resolución sistemática de la relación rechazador-rechazado interior, es también una Nanopsicología.
Este término aún no existe y lo estoy acuñando como una metáfora dado que, como todos sabemos, en psicología no son relevantes las variables de longitud como el micrón o el nanómetro.
Lo que procuro destacar con este término son las enormes posibilidades que se abren en el trabajo psicológico explorando las matrices que se hallan en el universo de lo muy pequeño.
En la relación rechazador-rechazado interior están, efectivamente, las matrices básicas, “los genes”, tanto de la producción como de la resolución de los conflictos en cada uno de nosotros.
Considero que es muy auspicioso para el campo psicológico comprobar que es posible, a partir de la transformación de ese foco “nanométrico” del conflicto, reparar el universo “macro” de las relaciones personales. |